LAS COFRADÍAS DE MERCADERES, MAREANTES Y PESCADORES VASCAS EN LA EDAD MEDIA
Las cofradías nacen como respuesta de carácter
religioso a la agrupación de los oficios, en este caso, en relación con la
mar; las advocaciones de estas congregaciones
están unidas por una parte al imaginario cristiano de la pesca, tomando a san
Pedro como patrono de ellas, y englobando
a los oficios relacionados directamente con las actividades pesqueras, frente a
otras advocaciones más generales para los oficios de relación no tan directa (santa
Catalina, Santiago).
De este modo, las cofradías nacen en un momento
de desarrollo socio-económico como son los siglos XIV y XV en la zona de las
Vascongadas (Bermeo, San Sebastián, Bilbao, Fuenterrabía, Lequeitio),
produciéndose una amplia formación de estas asociaciones aquí, e incluso en
franjas más lejanas como Andalucía o Brujas, integradas por estos mismos vascos.
La función principal de las cofradías fue dar una réplica a los problemas de
los trabajadores del oficio, olvidados por parte de las autoridades locales, y
dar un cuerpo al vacío legal que existía en este aspecto, amén de una defensa
de los propios intereses y una creación de sistema de monopolio de la labor.
Así, las asociaciones religiosas poseen una
estructura interna muy fuerte con una base puesta en sus integrantes, con
cargos definidos y elegidos de forma
anual a través de las normas fijadas en los estatutos, destacando a los
mayordomos, quienes se encargaban de impartir justicia entre los cofrades
frente a ciertas situaciones recogidas dentro de sus estatutos o reglas,
ofreciendo una jurisdicción propia fuera de la concejil y a la justicia de los
alcaldes; de este modo, las cofradías tenían una función de solidaridad o ayuda
social de los más desfavorecidos dentro de la propia, estableciendo ciertos
tipos de ayudas a los viejos o incapacitados (la cofradía de S. Pedro de Bermeo
fijaba un pago a los mayores so pena de 200 maravedís para el dueño de la
pinaza, yendo una mitad para los mayordomos y la otra al viejo en cuestión; en
Fuenterrabía la ayuda iba destinada desde la propia bolsa de la cofradía; en
Santa María de Icíar se fijaron comisiones para verificar la capacidad de los
cofrades y la obligación de contrato de los patronos a los supuestos viejos estaban
en disposición de trabajar, bajo pena de 5 florines de oro para la cofradía; la
cofradía de S. Pedro de San Sebastián prohibía el uso de redes en ciertos
lugares para permitir la pesca con anzuelo de viejos y niños; en Lequeitio,
quienes estaban capacitados para faenar y faenaban cobraban los mismo que
quienes no tenían la facultad para poder hacerlo por su imposibilidad; o la
cofradía de santa Catalina de San Sebastián dejaba a juicio propio la práctica
de la caridad con los cofrades que consideraran los propios compañeros).
De la misma forma, la cofradía era un lugar de
hermandad entre los trabajadores, fijándose esto como algo principal a través
de actividades de carácter obligatorio, como las comidas de hermandad, las
misas, las procesiones o los entierros de cofrades, debiéndose de asistir como
forma de compañía a la familia del difunto. Amén de estas fórmulas, la
asociación tenía un papel mediador en los conflictos de carácter laboral,
ofreciendo una defensa de los derechos de los trabajadores y el establecimiento
de penas si no eran respetados (cumplimiento de los contratos verbales previos
en las cofradías de Lequeitio y santa Catalina de San Sebastián, y castigo por
las informalidades de los patrones de las naves en Bermeo con una pena
económica, prohibición de expulsión de marineros entre ciertas fechas sin razón
demostrada en Bermeo y Lequeitio, penas a maestres por la contratación de
marineros apalabrados con otros maestres en Lequeitio y Plencia, u ordenanzas
relacionadas con los pagos de deudas entre los maestres y los marineros en la
mayoría de las cofradías).
Respecto a la financiación de la cofradía, estas
percibían sus rentas a través de los propios cofrades mediante el pago de una
renta o cuota, por ejemplo, por cada una de las naves que se tuviera (un cuarto
de quiñón en Lequeitio), por los ingresos que se percibieran, siendo un pago
directamente proporcional a estos (un quiñón en Plencia, un mareage en Bermeo,
un cuarenteavo en Fuenterrabía o un doscientosavo en San Sebastián), una parte
de las capturas para mantener el faro, ingresos a través del pago de las
multas, que de no ser pagadas podrían conllevar la expulsión laboral, o un pago
a las respectivas iglesias donde estuvieran afincadas canónicamente las
cofradías. De esta forma, la cofradía disponía de ingresos que serían usados
para el mantenimiento de dicha agrupación, y para labores de caridad y ayuda
social para con los cofrades. Al final del mandato de los mayordomos se hacía
una presentación de las cuentas, comprobándose la diferencia del dicho cargo y
la deficiencia de las rentas si las había, para guardar al siguiente en el
cargo de las culpas por las pérdidas.
Las cofradías
tienen un motivo principal que es la regulación laboral y profesional,
estableciendo para ello diversas normas y prescripciones que salvaguardaran los
derechos, así se establecen una serie de días, lugares y formas en las que
pescar, (en Bermeo se prohibía la pesca los días festivos sin permiso
precedente, en san Pedro de San Sebastián echar los anzuelos en la pesca de
congrio a menos de cuatro leguas de tierra), lo mismo que sujeción a horarios
de inicio y fin de labor, las zonas pertinentes para la pesca, las entradas en
el puerto, o los lugares para la venta de la mercancía y el precio de esta,
estableciéndose así un monopolio por parte de las cofradías en la compraventa
del género.
Estas cofradías, desde su nacimiento, viven al
margen del poder concejil y tienen gran independencia de este, por ello, se
fijan ciertas pautas para la jurisdicción de la pesca y la intromisión en otra
de un concejo o cofradía ajenos, un establecimiento de un orden de venta,
fijándose primero la venta del género local a los habitantes locales, una
mejora por parte de las cofradías de las zonas portuarias y muelles de la
localidad y un reglamento en la navegación en dicho puerto, evitándose
accidentes y peligro de tráfico y orden de prioridad en las naves, además de
una limpieza de las bahías y puertos. Del mismo modo, estas cofradías ejercen
una influencia sobre los concejos, llevando a intentos fallidos de control
municipal sobre dichos órganos autónomos, conduciendo al cuestionamiento
continuo de sus prácticas e intentos de vulneración de sus libertades por el
miedo de las municipalidades por la presión y el poder en las decisiones
concejiles de dichas cofradías.
Tomando casos concretos, la cofradía de santa
Catalina de San Sebastián fue una fuerte organización, muy alejada de las redes
de control concejil, que tenía poder directo sobre el puerto y el muelle de San
Sebastián, siendo actor único y principal de las acciones desempeñadas allí, siendo,
además, percibidora de las rentas por las mercancías arribadas y gozando de un
auténtico monopolio de la actividad portuaria easonense; por ello, el poder
concejil intentó truncar dicha independencia a través del progresivo recorte de
sus derechos, o incluso de la prohibición.
La cofradía de Santiago de Bilbao vive episodios
similares, si bien estableció conciertos con el concejo respecto de los fletes,
la carga y descarga, ocupados por la cofradía, este concejo reglará el tráfico
naval, aunque desde el s. XV, el fiel de la cofradía tendrá control sobre el
tráfico de mercancías y el percibimiento del tributo sobre los productos de las
naves, destinados a las iglesias de Santiago y san Antón. De igual forma, la
cofradía actuaba como juez en los conflictos entre mareantes vascos y percibía
el derecho de emplazar un precio y fletes de hierros y aceros que pusieran los
Cónsules de la Universidad de Burgos hacia Flandes, Nantes, Bretaña y La
Rochela. Así, frente al Consulado de Burgos se unirán cofradía y concejo de
Bilbao para la defensa de los propios intereses, teniendo gran peso la cofradía
de Santiago en la creación del Consulado de Bilbao.
Respecto a la cofradía de san Pedro de Lequeitio,
esta experimentó, como hecho aislado, enfrentamientos entre maestres y alcaldes
de la villa respecto al tema del uso de las ordenanzas de la cofradía y fue
acusada de interferencias en la justicia local, volviendo de este modo a los
conflictos entre los dos poderes y un intento de control de la municipalidad
sobre la cofradía. Esta cofradía de san Pedro logró hacerse con derechos como
la asistencia en las reuniones concejiles de los mayordomos en el momento de
repartir fiscalmente entre los vecinos, un abastecimiento personal a los
pescadores por la carnicería de la villa en temporada de besugo, y la
intromisión en los nombramientos concejiles y elección de gobernadores urbanos;
aunque el concejo se intentaría sobreponer y ejercer, sin éxito, un control en
las reuniones de la hermandad.
Como dato relevante, la cofradía abanderó la
lucha contra el sistema de bandos que regían el municipio, y se hará defensora
de los intereses reales y villanos contra la nobleza dominadora.
Como conclusión general podemos decir que las
cofradías, en este caso relacionadas con la mar, de esta zona y época
concretas, funcionan como órganos e instituciones independientes del poder
concejil, el cual, ante su fuerza, intenta supeditarlas a su yugo. Estas
asociaciones de índole religiosa realizan una función, primero, de carácter
laboral, a través de la organización de las formas de trabajo y de unas normas
para regular el dicho oficio, además de intermediar en los asuntos y conflictos
entre cofrades; su función recae también en la ayuda social y la caridad hacia
sus hermanos cofrades, para poder ofrecer una vida digan a aquellos que, debido
a sus circunstancias, no pueden continuar trabajando; otro espectro en el que
están es el político, pues estas cofradías interfieren en el poder municipal,
ya sea mediante conflictos con los concejos, o influyendo en las decisiones y
cargos a presentar.
Por ello, estas cofradías representan un poder
alternativo al de la villa, con su propia organización y financiación, basado
en velar por los derechos y libertades propios del oficio, dejando en un plano
de menor actividad, los oficios litúrgicos.
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